OPINIÓN PÚBLICA Y OPINIÓN PRIVADA
Tras el camino de la opinión pública: la distinción público/privado
VALERIA FERNANDEZ HASAN
Diremos con Jürgen Habermas, para empezar, que las categorías público/privado son de origen griego y que nos han sido transmitidas con impronta romana. En la ciudad estado griega, la esfera de la polis, común al ciudadano libre (koyré) está estrictamente separada de la esfera del oikos, en la que cada uno ha de apropiarse aisladamente de lo suyo. La vida pública, bios politicos, se desenvuelve en el ágora, pero no está localmente delimitada: la publicidad se constituye en la conversación, que puede tomar también la forma de la deliberación y del tribunal, así como en el hacer común, sea ésta la conducción de la guerra o el juego pugnaz. En alemán se encuentra ya a mediados del siglo XVI la palabra privat, derivada de la latina privatus y con la misma significación que por entonces habían adquirido private en inglés y privé en francés. Quiere decir “sin oficio público”. Privat alude a la exclusión de la esfera del aparato estatal. Público tiene que ver con el Estado formado con el absolutismo, que se objetiviza frente a la persona del dominador. Das Publikum, the public, le public, el público, es en contraposición a la “privacidad”, el poder público. Los servidores del estado son personas públicas, tienen un oficio público, los negocios de su oficio son públicos y públicos se llama a los edificios y establecimientos de la autoridad. Del otro lado están la gente privada, los cargos y oficios públicos, los negocios públicos y los hogares privados. Enfrentados a la autoridad están los súbditos excluidos de ella; aquélla sirve al bien común, éstos persiguen su proyecto privado. Desde mediados del siglo XVII se habla en Inglaterra de public, mientras que hasta ese momento se utilizaban los términos world y mankind. Por esa época asoma también en francés le public como calificación de aquella realidad que, siguiendo el diccionario de Grimm, se conceptuó en la Alemania del siglo XVIII como término procedente de Berlín: Publikum. A finales del siglo XVII surge el término inglés publicity, derivado del francés publicité. La crítica misma se expone en forma de “opinión pública”, noción acuñada en la segunda mitad del siglo XVIII a partir de la francesa opinion publique. Casi por la misma época surge en Inglaterra public opinion; y hacía tiempo que se hablaba de general opinion.
John Thompson habla de una dicotomía básica del par público/privado que nos parece clarificadora y que, a su vez, resulta útil para entender, más tarde, las transformaciones producidas con el ingreso a escena de los medios masivos de comunicación. Thompson señala, primero, la relación entre, por una parte, el dominio del poder político institucionalizado, y por otra, los dominios de la actividad económica y las relaciones personales que quedaban fuera del control político directo. Desde mediados del siglo XVI en adelante, lo “público” empezó a significar, cada vez más, actividad o autoridad relacionada con o derivada del Estado, mientras que lo “privado” se refería a aquellas actividades o esferas de la vida que quedaban excluidas o estaban separadas de él. De esta dicotomía se solapa parcialmente en el transcurso de los siglos XVIII y XIX, la distinción entre sociedad civil y Estado.
El dominio privado incluye la propiedad privada de las organizaciones económicas que operan en el mercado económico y que están orientadas, en cierta medida, a la obtención de beneficios, así como un conjunto de relaciones personales y familiares que pueden ser informal o formalmente establecidas con la aplicación de la ley. El dominio público, a su vez, incluye un conjunto de instituciones estatales o casi estatales que van desde el servicio civil hasta una variedad de organizaciones de beneficencia; también incluye las organizaciones económicas propiedad del Estado. Entre los dominios de lo público y lo privado recientemente han surgido y prosperado organizaciones intermedias que resultan instituciones privadas no estatales en relación a su estatuto legal, pero legal y operativamente distintas de las organizaciones económicas de propiedad privada orientadas a la obtención de beneficios(7).
La segunda concepción presentada por Thompson habla de lo “público” como lo abierto o disponible al público. Lo que es público es lo que resulta visible u observable, aquello que se realiza ante espectadores, lo que se expone a todos. Lo que es privado es lo que queda oculto a la mirada, lo que es dicho o realizado en la privacidad o en secreto o dentro de un círculo restringido de personas. Tiene que ver con lo público versus lo privado, con la apertura versus el secretismo, con la visibilidad versus la invisibilidad(8).
El desarrollo de los medios masivos de comunicación ha creado formas de propiedad pública nuevas. La característica fundamental es que, con la ampliación de la disponibilidad ofrecida por los medios, la propiedad pública de los individuos, las acciones o acontecimientos, deja de vincularse al hecho de compartir un lugar común. Una acción o acontecimiento puede ser hecho público a través de la grabación y transmitida a otros que no están físicamente presentes en el tiempo y espacio en el que ocurre.
Tal como indicara Thompson en Los media y la modernidad, la nueva forma de propiedad pública creada por la TV resulta de alguna manera similar a la propiedad pública tradicional basada en la co-presencia(9). Sin embargo, las acciones y acontecimientos que son visibles en la TV son visibles para un mayor número de individuos ubicados en contextos diversos y dispersos. La TV crea un campo de visión distinto del campo de visión que los individuos tienen en sus encuentros cotidianos con los otros. Posee un carácter mucho más amplio, permitiendo a los individuos ver fenómenos extraídos de sus vidas cotidianas. Y también es un campo que se concentra de manera que permanece escondido más allá de su control(10).
En los orígenes, la esfera pública política surge, directamente de la esfera pública literaria, en los salones, cafés y periódicos. Su primera definición es ser un espacio en el que las personas privadas hacen uso público de su razón: la esfera de las personas privadas reunidas en un público. Esta comunicación postula una igualdad de naturaleza entre sus diferentes participantes. La esfera pública política no conoce las distinciones de órdenes y los estamentos que jerarquizan la sociedad. Se establece a priori una igualdad entre los individuos que sólo distingue la mayor o menor evidencia y coherencia de los argumentos esgrimidos. Espacio homogéneo y unificado que sólo acepta sus propios principios de diferenciación(11). Sin embargo, tal como señalara Condorcet, la opinión pública, idealmente universal, se debe adaptar a la evidencia de las brechas culturales y no resulta muy fácil hacer coincidir lo absoluto del concepto con las realidades del mundo social. Roger Chartier, aclara a este respecto que, el “público que lee” no es toda la sociedad y quienes pueden producir un escrito son menos aún. La diferencia así reconocida entre el público y la totalidad del pueblo proviene del hecho de que “aún falta mucho… para que los hombres, considerados en su conjunto, estén ya, o puedan ser puestos en condiciones de utilizar con maestría y provecho su propio entendimiento, sin el auxilio del prójimo”. La “sociedad civil universal” sólo potencialmente está constituida por el “conjunto de los seres humanos”(12). Es en este sentido que Hannah Arendt postula que la igualdad que lleva consigo la esfera pública es forzosamente una igualdad de desiguales que necesitan ser “igualados” en ciertos aspectos y para fines específicos. El factor igualador no surge de la “naturaleza” humana, sino de fuera(13). Chartier comenta, en este sentido, que todos los ciudadanos no son aptos para emitir su juicio y contribuir a la formación de la opinión ilustrada. La opinión convertida en pública, cuando es pensada como parte actora y no como actuada, pierde su carácter general, excluyendo de hecho a las multitudes que no tienen competencia para dictar las sentencias que proclama(14). Digamos, entonces, que esta publicidad, que quita a las autoridades tradicionales (corte, academias competentes, expertos) el monopolio de la evaluación de las producciones artísticas es, a la vez, una ampliación y una exclusión. Ampliación, porque gracias a múltiples soportes se crea una comunidad crítica que incluye a todas las personas privadas que estaban en condiciones de dominar el mercado de los temas en discusión. Exclusión, porque bienes y cultura no son patrimonio de todos y porque del debate político está alejado la mayoría, privada de los conocimientos que permiten el uso público que las personas privadas hacen del razonamiento(15).
Con el ingreso de los medios masivos de comunicación y su instauración a nivel planetario la situación cambia. No sólo es el público de la esfera pública el que se amplía sino sus posibilidades de participación. Habermas señala que, en una primera instancia, la infraestructura de la publicidad se modificó junto con las formas de organización, distribución y consumo de una extensa producción profesionalizada de libros, adaptada a las nuevas capas de lectores, y de una prensa de revistas y periódicos que cambió también en lo referente a sus contenidos. Más tarde, volvió a modificarse con el auge de los mass media electrónicos, con la nueva relevancia de la propaganda, con una creciente fusión entre el entretenimiento y la información. Surgió así, dice, una nueva clase de influencia: un poder de los medios que, utilizado manipulativamente, hace perder la inocencia al principio de la publicidad. La esfera pública, dominada y preestructurada al mismo tiempo por los mass media, degeneró en un ruedo impregnado por el poder(16).
En este sentido, Thompson describe que en el transcurso de los siglos XIX y XX, la tarea de administrar la visibilidad de los líderes políticos a través de los media ha asumido un significado cada vez más importante. Señala a este respecto lo que considera tres diferencias relevantes. En primer lugar, que desde principios del siglo XIX, el tamaño de las audiencias capaces de recibir mensajes mediáticos ha experimentado una ampliación sin precedentes. En segundo lugar, que el desarrollo de la TV ha re-enfatizado la importancia de la visibilidad en el sentido estrecho de visión -ser visto con los ojos- aunque la visibilidad se encuentra ahora separada del hecho de compartir un lugar común. Además, la TV permite a los individuos aparecer ante audiencias lejanas dando la sensación de que son acontecimientos en vivo, resaltando el grado de vigilancia y de control reflexivo requerido por los líderes políticos y por todos aquellos confiados en la administración de su visibilidad. Finalmente, Thompson habla del desarrollo autónomo de los sistemas políticos. En las condiciones sociales y políticas de finales del siglo XX, los políticos de las sociedades liberal-demócratas no tienen otra alternativa que la de someterse a la ley de la visibilidad compulsiva(17).
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